CAPITULO 5:
CUALES SON LOS REQUISITOS PARA CONOCER LA VOLUNTAD DE DIOS
Hemos dicho que el conocer la voluntad de Dios es el
todo del hombre, y que en conseguirlo esta su felicidad. También hemos afirmado, que Dios es soberano,
y el decide a quien dar a conocer su voluntad. Que quien conoce la voluntad de
Dios, es alguien que se ha dispuesto para conocerla y obedecerla.
También hemos afirmado que las cosas secretas
pertenecen a Dios y las que han sido reveladas son a sus hijos que permanecen
en el secreto con Dios. Que muchos no
están en capacidad de recibir alimento solido, por su condición espiritual;
pero entrar en la dinámica del Espíritu, es el camino a la madurez espiritual.
Cuando una persona busca a Dios en lo secreto, el
Señor le revela sus verdades profundas, como dice el Rey David, “he aquí tu
amas la verdad en lo intimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría”
(Salmo 51:6) Es en el secreto con Dios que el nos revela sus cosas secretas,
que nos da a conocer su voluntad.
Ya estudiamos, lo fundamental que es ver la vida en
panorama, desde la perspectiva de Dios, comprender el propósito de Dios para
nuestras vidas; cuando entendemos el “para que” de todo lo que nos sucede,
soportamos cualquier “como” y disfrutamos mas de la vida. Estamos seguros y complacidos. Comprendemos que “a los que aman a Dios,
todas las cosas les ayudan a bien”.
Entendemos que todo lo que nos ha sucedido, el lo ha ido entretejiendo,
para al final, cumplir su propósito en nuestra vida.
Hablemos a continuación de cuales son los requisitos
para conocer la voluntad de Dios.
Pero antes de mencionarlos, es menester hacer
referencia a un caso singular en la Biblia: Saulo de Tarso. El era un recio
judío, que en el celo con los de su nación y creyendo hacer lo correcto, se dio
a la tarea de perseguir a los cristianos, y combatir decididamente aquella
secta iniciada por un tal Jesús de Nazaret, que según creía el, había que
desaparecerla, y en ese propósito, en ese empeño, iba rumbo a Damasco, cuando
sucedió algo que no estaba en sus planes, algo totalmente inesperado,
“repentinamente le rodeo un resplandor del luz del cielo, y cayendo en tierra
oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿porque me persigues?”.
“El le dijo: ¿Quién eres Señor? Y le dijo: Yo soy
Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿Qué
quieres que yo haga? Y el Señor le dijo:
Levántate, entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” (Hechos 9:3-6)
Desde ese preciso instante de su conversión, Saulo de Tarso, quien luego se
llamaría Pablo, entendió donde esta el secreto para matricularse en la vida de
fe, para conocer la voluntad de Dios.
Aquella pregunta, “Señor, ¿Qué quieres que yo haga?”
Esa es la pregunta con la que debemos empezar cada día; “¿Qué es lo que tu
quieres que yo haga este dia, esta semana, este año?” Esa la actitud que debe
tener todo aquel que ha tenido un encuentro personal con Jesucristo, todo aquel
que ha rendido su vida al señorío de Jesús.
Porque muchos han reconocido a Jesús como su Salvador, viven en la
redención; pero no le han permitido aun que sea su Señor. Es decir, no han rendido su vida al Señorío
de Jesús.
Muchos problemas nos podemos evitar, muchos dolores de
cabeza y lagrimas nos podemos ahorrar, si tan solo nos acostumbramos a
preguntarle al Señor, ¿Qué quieres que yo haga?
¿Cómo quieres que yo lo haga? ¿Cuándo quieres que yo lo haga? Aquí esta
el secreto para tener una vida triunfante en Cristo. El mismo Señor Jesús nos dio ejemplo, cuando en medio de la
agonía y al aproximarse a la hora de la pasión y muerte, el oró al Padre y le
dijo: “La copa que me has dado, ¿la he de beber? Pero que no se haga mi
voluntad sino la tuya”.
El secreto para crecer en la fe y en el conocimiento
de Dios esta en la rendición de la voluntad.
Como lo expresaba Juan el Bautista, “es necesario que el crezca y que yo
mengue”. (Juan 3:30) Así funciona la
vida cristiana, es una vida intercambiada: Yo tomo de lo de el, y el toma de lo
mío. “Si el grano de trigo no cae en tierra
y muere, no llevara fruto”. ¿A que debemos morir? A una vida egocéntrica, a una
vida separada de Dios. Es necesario dejar de vivir en forma egocéntrica, para
empezar a vivir en forma Cristo céntrica, Bibliocentrica, Teoterapica.
Para conocer cual es la voluntad de Dios para mi vida,
hay tres requisitos:
DISPOSICION.
Dice Proverbios 16:1 “Del hombre son las disposiciones
del corazón; mas de Jehová es la respuesta de la lengua”. Muchos se preguntan, ¿Por qué Dios no me
responde? La respuesta es sencilla, porque ellos no se han dispuesto. Conocer la voluntad de Dios, más que un
método es una actitud. Por naturaleza
somos egocéntricos, por lo tanto, se hace necesario que de manera genuina y
autentica, haya en nuestro corazón, el anhelo de hacer la voluntad de Dios.
La disposición de corazón debe demostrarse con
acciones concretas, de acercamiento a Dios, de un genuino deseo de ver y hacer
su voluntad, de una decidida y determinante actitud de renunciar al pecado y
buscar la santidad; de permitirle a Dios actuar en nuestra vida y de creer en
los resultados teoterapicos de estar dispuestos y disponibles para hacer la
voluntad de Dios, como lo dice Job 11:13-19:
“Si tú dispusieres tu corazón, y extendieres a el tus
manos; si alguna iniquidad hubiere en tu mano, y la echares de ti, y no
consintieres que more en tu casa la injusticia, entonces levantaras tu rostro
limpio de mancha, y serás fuerte, y nada temerás; y olvidaras tu miseria, o te
acordaras de ella como de aguas que pasaron.
La vida te será mas clara que el mediodía; aunque oscureciere será como
la mañana. Tendrás confianza porque hay
esperanza; miraras alrededor y dormirás seguro.
Te acostaras, y no habrá quien te espante; y muchos suplicaran tu
favor”.
Usted dirá, pero yo estoy muy dispuesto, pero al final
“no hago lo que quiero, sino lo que no quiero eso hago”; lo que sucede, es que
no basta con estar dispuesto, debemos estar fortalecidos espiritualmente,
fortalecidos en nuestro hombre interior; de lo contrario será imposible. De
allí la importancia de acudir de manera continua a la vida de oración, de
cultivar una vida rica espiritual, como dijo el Señor: “Velad y orad para que
no entréis en tentación, el espíritu a la verdad esta dispuesto, pero la carne
es débil” (Mateo 26:41)
ENTREGA TOTAL
Ya hemos mencionado, la diferencia entre redención y
rendición; que no es suficiente con aceptar la redención de Cristo, es
imperativo la rendición, vivir bajo su señorío. El problema es que muchos no
han rendido su vida de manera incondicional al Señor, no le han confiado su
vida al Señorío de Cristo. Dice
Proverbios 23:26 “Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis
caminos”. Cuando el Señor nos pide el
corazón, nos esta pidiendo que le rindamos nuestra vida, nuestra voluntad,
porque eso es lo que representa el corazón, nuestra voluntad. Que estemos dispuestos a ya no hacer nuestra
voluntad, sino su voluntad.
¿Qué le impide que una persona entregarse a Dios de
manera incondicional? La respuesta, es el miedo. La antítesis de la fe es el
miedo. Y el miedo conlleva dudas,
temores, preocupaciones. Uno de los problemas que tuvo el Señor con sus
discípulos fueron las dudas y el temor.
El les decía: “¿Por qué dudan, hombres de poca fe?” las dudas y el
temor, son consecuencia de desconocer a Dios. ¿Qué es la fe? Es confianza. “Es la certeza de lo que se espera, la
convicción de lo que no se ve”. La fe
nace de la confianza y la confianza viene del conocimiento. El conocimiento, lo recibimos a través de la
Palabra de Dios por su Espíritu. Por eso el Señor nos insta a “Escudriñad las
Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y
ellas son las que dan testimonio de mi” (Juan 5:39)
OBEDIENCIA
Sabemos que los parámetros de Dios, están muy encima
de los parámetros del hombre, y no podemos esperar que Dios baje su nivel de santidad al nivel del ser
humano, sino que el ser humano es el que debe alcanzar la estatura espiritual a
la que puede llegar por medio de ajustar su conciencia a los parámetros de
Dios. El Señor decía a sus discípulos:
“Me decís: Señor, Señor, pero no hacéis lo que yo os digo”.
Jesús es nuestro ejemplo de obediencia por excelencia, en el momento de
su agonía, antes de ir a la cruz, el fue al monte de los Olivos, al Huerto de
Getsemaní a orar al Padre. Getsemaní, que significa “prensa de aceite”,
literalmente, el fue “prensado”, “magullado en su voluntad”, Quebró su ser
delante de Dios. Getsemaní representa el
lugar donde Jesús tuvo una de sus mas agónicas oraciones, “Padre mío, si es
posible, pasa de mi esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como tu”,
“Padre mío, si no puede pasar de mi esta copa son que yo la beba, hágase tu
voluntad”. (Mateo 26:39)
Jesús oro tres de veces de esa manera, hasta que tuvo
certeza de la voluntad de Dios para su vida.
Aquí el Señor nos enseña, que para hacer la voluntad de Dios, yo debo
estar dispuesto a renunciar a mi propia voluntad; es en estos casos cuando se
cumple aquello que dijo el Señor: “Si alguno quiere venir en pos de mi,
niéguese así mismo, tome su cruz y sígame”.
Jesús obedeció, el fue a la cruz.
La única manera de vivir en la dimensión de la
obediencia, es en la negación, en “negarse así mismo”, y “tomar la cruz cada
día” y “seguirle”. Seria mas preciso
decir: Ir en pos de El, negarse así mismo; tomar la cruz cada día, y
seguirle. La obediencia se compone de
estas acciones: Ir en pos de el; porque al Señor pondré delante de mi, porque
el es la prioridad de nuestra, el preferente asunto de nuestra alegría. Negarse así mismo, porque es renunciar a mi propia naturaleza, a hacer
mi propia voluntad; tomar la cruz, es aceptar el plan de Dios y su voluntad
para mi vida, y seguirle, es obedecerle
siguiendo sus caminos, porque es el estilo de vida que he elegido.
Recordemos que el principio que rige la vida de un
hijo de Dios es la obediencia; la más
alta demanda de Dios a sus hijos, no es el amor sino la obediencia; y para
hacer su voluntad, no solo hay que disponerse, entregarse y obedecer, sino
prestar atención y seguir instrucciones precisas. Como lo dice el manual de la vida: “obedecer
es mejor que los sacrificios y el prestar atención que la grosura de los
carneros” (I Samuel 15:22)
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