CAPITULO 4:
COMPRENDIENDO LOS PLANES Y PROPOSITOS DE DIOS
Hemos dicho que el conocer la voluntad de Dios es el
todo del hombre, y que en conseguirlo esta su felicidad. También hemos afirmado, que Dios es soberano,
y el decide a quien dar a conocer su voluntad. Que quien conoce la voluntad de
Dios, es alguien que se ha dispuesto para conocerla y obedecerla.
También hemos afirmado que las cosas secretas
pertenecen a Dios y las que han sido reveladas son para sus hijos que
permanecen en el secreto con Dios. Que
muchos no están en capacidad de recibir alimento solido, por su condición, por
su realidad espiritual; de allí la importancia de entrar en la dinámica del
Espíritu, que es el camino a la madurez espiritual.
Cuando una persona busca a Dios en lo secreto, el
Señor le revela sus verdades profundas, como dice el Rey David, “he aquí tu
amas la verdad en lo intimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría”
(Salmo 51:6) Es en el secreto con Dios,
que el nos revela sus cosas secretas; es en lo intimo de su morada, en lo
reservado de su habitación, en lo escondido de su presencia, que el nos da a
conocer su voluntad.
Aprendimos que la voluntad de Dios es buena, agradable
y perfecta, pero hay que reconocer algo, que no siempre lo que nos pasa es
bueno; no siempre las circunstancias se van a mostrar favorables, sino
adversas; es posible que al presente no sean causa de gozo, sino de tristeza,
aflicción, de dolor; pero que al final producen un fruto apacible de justicia;
hay tribulaciones, angustias, adversidades, crisis que hacen parte de la vida,
y que hacen parte de los planes soberanos de Dios.
Solo una persona, con una visión de Dios, con visión
de lo alto, solo aquel que ha estado en el secreto con Dios, puede asimilar las circunstancias de la vida
con gozo, fe y esperanza, a pesar de lo absurdas o difíciles que sean; solo
alguien que tenga una visión conquistada en el secreto con Dios, en lo intimo
de su presencia, en lo reservado de su morada, puede afirmar “que las
aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que
en nosotros ha de manifestarse”, (2 Corintios 8:18), como lo dice con tono
victorioso el apóstol Pablo.
Uno de los textos que ha servido de consuelo a muchos
hijos y siervos de Dios cuando atraviesan por situaciones difíciles, por valles
de sombra y muerte, por valles de lagrimas, es lo que dice el manual de la
vida, “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien,
esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28)
De ninguna manera la Biblia nos presenta una visión
poco realista de la vida, nunca dice que no vendrán problemas, dificultades o
aflicciones; al contrario, el mismo el Señor
dice: “es imposible que no vengan los tropiezos”, “es imposible que no
vengan los problemas”, se nos advierte que vamos a tener que enfrentar, a lo
largo de la vida, muchas aflicciones
y dificultades, con la diferencia, que ya no estamos solos;
ahora le tenemos a Dios y sus promesas para ya no enfrentarnos a cualquier
situación que se nos presente con las manos vacías. Sino que vamos equipados con su amor, con su
fuerza y con su poder. Como lo dice el Señor: “en el mundo tendréis aflicción,
pero confiad, yo he vencido al mundo”
La Biblia no dice, que “todo nos saldrá bien”, pero lo
que si nos garantiza, y nos da la absoluta certeza, y podemos tener la total
certidumbre, la confianza, la seguridad; que así todo no nos salga bien, “todo ayuda a bien”. Y tener esta actitud de saber que al final
todo se resolverá, que vamos a encontrarle el sentido a todo lo que nos sucede;
que al final, todo resulta constructivo, positivo; que al final todo es de
bendición y ayuda a bien, y que todo
hace parte de un plan perfecto, porque así es la voluntad de Dios, buena,
agradable y perfecta; tener esta visión, nos va ayudar mucho.
Tener esta actitud ante la vida nos a va servir, nos
va a motivar, nos va a conducir a elegir las mejores, las mas útiles y las mas
necesarias actitudes para enfrentar los retos y desafíos de la vida. Comenzamos a entender que todas las cosas que
nos suceden, ayudan a bien, cuando las miramos desde la perspectiva de Dios,
desde sus planes soberanos. Ayudan a
bien, cuando entendemos que cumplen un propósito en los planes de Dios, que
hacen parte fundamental de un propósito de Dios que ha sido trazado para nuestra
vida.
Uno de los casos sorprendentes de la Biblia es José,
aquel hombre, que sus hermanos, los patriarcas, por la envidia que le tenían,
lo vendieron a Egipto como un esclavo.
José tuvo suficientes razones y tiempo para vivir rencoroso y amargado,
y soñando con cobrar venganza por lo que sus hermanos le habían hecho. Pero, ¿fue eso lo que hizo? Por supuesto que
no. Por el contrario, el guardó su
corazón, y Dios lo bendijo, lo prospero y lo puso en alto. A donde iba José, el Señor iba con el y lo prosperaba en su mano.
Cuando hubo hambre en Israel y en toda la tierra de
oriente, sus hermanos se vieron obligados a ir hasta a Egipto a buscar
alimento, para entonces, José ya era el gobernador en Egipto, después de
Faraón, era el segundo en importancia, como una evidencia de la fidelidad de
Dios con José. Sus hermanos tuvieron que
ir hasta donde el, a suplicarle por alimentos.
El los reconoció de inmediato, ellos no.
Esa pudo ser su oportunidad de tomar venganza, pero no lo hizo.
Ni siquiera, cuando no pudiendo contenerse o disimular
más, se revelo ante ellos. Como sus
hermanos lo habían enviado a Egipto, se atemorizaron, pensado que el se
vengaría de lo que ellos le habían hecho; pero, ¿Cuál fue la respuesta de José? Este es uno de los episodios más hermosos de
lo que una reconciliación familiar:
“Entonces dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a
mi. Y ellos se acercaron. Y el dijo: Yo
soy José vuestro hermano, el que vendisteis a Egipto. Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese
haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de
vosotros. Pues ya ha habido dos años de
hambre en medio de la tierra, y aun quedan cinco, en los cuales no habrá arada
ni siega.
Y Dios me envió delante de vosotros, para preservaros
posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran
liberación. Así, pues, no me enviaste
acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón, y por señor de
toda su casa y por gobernador en toda la tierra de Egipto”. (Génesis 45:4-8)
Así actúa, así piensa, habla y se comporta un hombre,
una mujer que mira su vida en panorama desde la perspectiva de Dios, una
persona con una correcta visión de Dios y de si mismo y de si mismo frente a su
entorno. Una persona que ha guardado su
corazón del rencor, del resentimiento y la amargura; que ha conocido la
voluntad de Dios para su vida, y que ha entendido que todo aquello que le ha
sucedido a lo largo de sus días, hace parte de los planes y propósitos de Dios.
Y en esa dimensión, que comprendemos que nada ha
escapado de las manos de Dios, nada es ajeno a su soberanía, sino que todo ha
sido parte de su voluntad soberana y permisiva
para cumplir con un plan de vida, para que podamos decir como el
Salmista: “El Señor cumplirá su propósito en mi” (Salmo 138:8) El Señor quiere cumplir sus propósitos en un
hombre, una familia, una nación y un conjunto de naciones.
Mas adelante, cuando Jacob muere, los hermanos, a
quienes todavía los persigue el fantasma del pasado, la culpa por lo que habían
hecho a su hermano, piensan que ahora si, José va a cobrar venganza, van donde
el, inventando que su padre antes de morir, había pedido con ruegos que José
les perdonara la vida. Y José lloraba
mientras ellos hablaban.
Cuando sus hermanos se postraron ante el, diciendo,
“Henos aquí por siervos tuyos”, el les respondió: “No temáis, ¿acaso estoy yo
en lugar de Dios? Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encamino a
bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os
sustentare a vosotros y a vuestros hijos.
Así los consoló, y les hablo al corazón”. (Génesis 50:19-21)
Es en este nivel, cuando entendemos, “que a los que
aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a
su propósito son llamados”. Por eso, cada vez que estemos atravesando por
situaciones difíciles, en lugar de discutir con Dios, y preguntar “¿Por que me
sucede eso?” “¿Qué hice para merecer esto? ¿Por qué causa? En lo lugar de estar
preguntándose “los por que”, más bien debemos preguntarnos, ¿Para que? ¿Cuál es
el propósito? ¿Cuál es el resultado
final de todo esto? ¿Qué es lo que Dios busca? ¿Qué es lo que quiere ocasionar,
causar? Y siempre que tenga esa actitud, usted verà las cosas que le suceden
bajo una óptica muy diferente.
Cuando comprendemos, lo que dice el salmista, “El
Señor cumplirá su propósito en mi; Tu misericordia, oh Jehová es para siempre;
no desampares la obra de tus manos” (Salmo 138:8) Nunca siquiera lo piense, cuando este en
circunstancias difíciles o adversas, que el Señor le ha desamparado; porque el
ha prometido, “nunca te dejare y nunca te desamparare”; porque el mas
interesado en cumplir su propósito en nuestra vida, es el mismo.
Mas bien, dígale al Señor: “Pase lo que pase, yo quiero
hacer tu voluntad; seguiré confiado que tu no me has desamparado; seguiré
creyendo que tu misericordia es para siempre, deseare seguir haciendo tu
voluntad y esperare hasta que tu propósito se cumpla en mi vida.
Cuando comprendemos el sentido o el propósito estamos
listos para conocer la voluntad de Dios;
estamos mejor preparados para encarar con fe, valor y entusiasmo, los
problemas que tenemos por delante. Las
dificultades las vemos como oportunidades, los problemas como retos y los
obstáculos como desafíos. Ya no miramos
al pasado buscando causas, sino al futuro buscando propósitos.
Abandonamos cualquier actitud de auto conmiseración o
de creernos victimas de las personas o de las circunstancias, sabemos que Dios
no va a desamparar la obra de sus manos,
que su misericordia sigue con nosotros; y que el, independiente de las
circunstancias, el va a cumplir su propósito en nuestra vida.
Ahora bien, para enfrentar las duras pruebas de la
vida, necesitamos invariablemente de la ayuda, de la compañía y asistencia del
Espíritu Santo, por el Señor dijo: “no los dejare solos”, “no los dejare
huérfanos”, “les enviare otro consolador” (Espíritu Santo), “el os enseñara
todas las cosas”, “el os guiara siempre”, “el os conducirá por sendas de
justicia”, “el os guiara a la verdad”, “el os hará saber todas las cosas que
oyere”, “os hará saber todas las cosas que habrán de venir”, “tomara de lo mío
y os lo hará saber” (Juan 14:18,26; 16:13-15)
Solo el nos puede capacitar y fortalecer; el nos
permite sacar fuerzas de debilidad; solo el nos da el gozo y la fe; la
sabiduría y la paciencia para no desfallecer. El rey David lo decía: “hubiera
yo desmayado, sino creyese que veré la bondad de Dios en la tierra de los
vivientes” (Salmo 27:14)
Dice Santiago 1:2-4: “Hermanos míos, tened sumo gozo,
cuando os halléis en diversas pruebas; sabiendo que la prueba de vuestra fe,
produce paciencia. Mas tenga la
paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os
falte cosa alguna”.
Una vez que hemos superado las pruebas, cuando hemos
entendido el propósito de Dios y nos disponemos a seguir haciendo su voluntad
hasta completar su obra, no solo estaremos felices y complacidos, satisfechos
de haber alcanzado el propósito de Dios y haber hecho su voluntad, sino que
habremos crecido espiritualmente, ya no seres los mismos, habremos evolucionado
como seres humanos, seremos mejores personas, y tendremos una mayor comprensión
de la voluntad de Dios, de cómo el actúa y opera en la vida de sus hijos y de
sus siervos.
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