CAPITULO 9:
CONOCIENDO LA VOLUNTAD DE DIOS A TRAVES DEL USO DE UNA MENTE RENOVADA
Para conocer la voluntad de Dios es imprescindible
renovar la mente, ya que el deja muy en claro, que así hagamos el mayor de los
esfuerzos, nunca le será posible al hombre, hacer que quepa en su mente finita
y limitada, grandeza infinita de Dios.
El rey David lo expresa en el Salmo 8, cuando dice: “cuando veo los
cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tu formaste, digo: ¿Qué
es el hombre para que tengas de el memoria, y el hijo del hombre para que lo
visites?” (Salmo 8:3-4)
A David le resultaba extraordinario, que un ser tan
pequeño, limitado e insignificante como es el ser humano, le fuera concedido
que el Creador, a pesar de su grandeza y majestad, tuviera
amistad con el y viniera hacer morada en el.
Es tan extraordinario, como insólito, que el hombre se coloque en lugar
de Dios, que considere que sus pensamientos pueden equipararse a los de Dios,
que el pueda estar al nivel del Creador.
Que la creatura pueda ser mas o mayor que su creador.
No existe
una mayor demostración de arrogancia, de altivez y de soberbia, que la obra
excelsa de las manos de Dios, el hombre, se rebele contra su creador. Hay tres razones por las cuales los hijos de
Dios caen: La altivez, porque antes de la caída esta el enaltecimiento de
espíritu; la necedad, y por supuesto, la debilidad. Dirá la vasija de barro al
alfarero ¿Por qué me hiciste así?
¿Cuestionara la vasija al alfarero?
Nunca el hombre alcanzara a entender la magnificencia del Señor. En su obstinación se resiste a aceptar la
grandeza del creador.
Y de una
vez, el Señor va dejando muy en claro, y poniendo a su creatura en el lugar que
a esta le corresponde cuando dice: “Porque mis pensamientos no son vuestros
pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son mas altos
los cielos que la tierra, así son mis caminos mas altos que vuestros caminos, y
mis pensamientos mas que vuestros pensamientos”. (Isaías 55:8-9)
Luego, si
queremos conocer la voluntad de Dios, debemos empezar por abrir nuestra mente a
las grandezas de Dios. Fue lo que hizo
Abraham, el padre de la fe, cuando Dios, lo halla en un estado de depresión,
frustración e impotencia, porque notaba que estaba llegando casi a los cien
años, su mujer esteril, y el seguía sin unhijo que le heredase.
Y en su
introspección negativa, olvidando lo que Dios lo tenía para el, el Señor lo
toma y lo lleva fuera y le dice: “mira ahora los cielos, y cuenta las
estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. Y creyó a Jehová y le fue contado por
justicia”. (Génesis 15:5-6) Fue un
ejercicio didáctico, pedagógico, “mira las estrellas, si las puedes contar así
será tu descendencia”. Dios esta
provocando que el salga de si, de su ostracismo. La virtud de Abraham fue que le creyó a Dios
y le fue contado por justicia.
Le creyó a
Dios, porque no se trata solo de creer en Dios, sino de creerle a Dios, eso es
teoterapia. A eso nos lleva el tratamiento de Dios, a creerle a El, a abrir las
compuertas de la mente y de la imaginación y dispararnos al universo de las
posibilidades, del Dios de los imposibles.
Abram no
había entendido aun los planes que Dios tenia para el, porque el todavía no
había renovado su mente, porque el seguía rigiéndose por su mente limitada, por
su alma intranquila, por su espíritu exaltado, por su voluntad impotente y su
cuerpo deteriorado. No podía ni siquiera imaginarlo; el estaba encerrado en si
mismo, habia caído en el ostracismo, en el encierro; mirando sus limitaciones
físicas.
Hasta que
por fin oyó la palabra de Dios; porque “la fe es por el oír, el oír por la
palabra de Dios”, y entonces, no solo abrió sus ojos físicos, sino ante todo
los ojos de la fe y de la imaginación; abrió su mente y su corazón y permitió
que la promesa de Dios se anidara en lo mas profundo de su ser; y cuando el
abrió su mente al universo de posibilidades de Dios, las maravillas del
Creador, comenzaron a ser verdad en su vida.
El rey
Salomón nos ofrece una tremenda declaración que no podemos olvidar ni
desconocer, “porque cual es el pensamiento en su corazón, tal es el”
(Proverbios 23:7) Un hombre llegara
hasta donde sus pensamientos lo lleven; nunca iremos mas alla de nuestros
propios pensamientos, un hombre es lo que piensa de si mismo la mayor parte del
día; si un hombre o una mujer piensa en grande, será grande; pero si piensa en
pequeño, será pequeño. Por eso el
apóstol Pablo nos dice: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo
lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen
nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”.
(Filipenses 4:8)
Una de las
mas tristes y lamentables tragedias de la Biblia la gestaron los príncipes de
Israel, debido a la pobreza mental y espiritual que les embargaba, la mayoría
de ellos perecieron en el desierto y nunca llegaron a la tierra prometida,
perdieron la visión, dejaron de “Ver a Sion”; perdieron la visión de si mismos.
Su visión de si mismos era tan pobre, que no lograron conquistar ese
sueño. Cuando se pierde la visión de
Dios y de si mismo, el desierto termina dominando. ¿Qué es lo que sostiene a uno en elo
desierto? La Visión.
Cuando
llegaron a Canaán, notaron que allí vivian los Anaceos, que allí habitaban los
hijos de Anac, raza de gigantes y se llenaron de temor; fue mas grande su temor
que su fe; pero eso no fue lo más grave,
comenzaron a creerse langostas, y así les parecían a ellos, esa imagen
proyectaban; y se rebelaron contra Dios.
No así
Josue y Caleb, que tuvieron otra actitud, otra mentalidad, otro espíritu, ellos
si le creyeron a Dios, ellos si
abrazaron la promesa; en ellos hubo otro espíritu y por eso conquistaron la
tierra que Dios les había prometido por heredad. No ignoraron los problemas, pero tampoco
ignoraron las promesas. El problema de
algunos hijos de Dios es que ignoran los problemas, y no los resuelven, como si
ignorándolos, los problemas se fueran a resolver solos, no lo atacan cuando
están a tiempo; otros se quedan mirando los problemas y se olvidan de las
promesas; lo que debemos hacer es encarar los problemas con actitud de fe,
sabiendo que contamos con las promesas que nos garantizan que Dios no ha dado
la bendición y la victoria, “que nadie nos podrá hacer frente en todos los días
de nuestra vida”; “que el Señor es con nosotros” y “Si el es por nosotros,
¿Quién contra nosotros?”. Si el va
delante como un poderoso gigante. Que
allá hay gigantes, pero el que va con nosotros es el poderoso gigante, y “mayor
es el que esta en nosotros, que el que esta en el mundo”.
No tenemos
mas que sus promesas, por eso hay que renovar la mente, y no solo es abandonar aquellos pensamientos de
derrota y de frustración, sino también, abandonar aquellas creencias de vanidad,
de presunción, de orgullo, soberbia, altivez; que nos llevan a tener más alto
concepto de si, que el que debemos de tener, y a no pensar de si con cordura,
conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. ¿Qué significa esto? Es que algunos se creen
semidioses, su arrogancia y prepotencia no les cabe en el vestido que lleva
puesto. Cuando la escala de valores esta
invertida, cuando tenemos la mira más en
las cosas de abajo que en las cosas de arriba, también se nos hará muy difícil
vivir bajo la revelación.
Pablo se
libero de todo esto, por eso el da su declaración de libertad y victoria cuando
dice: “las cosas que eran para mi ganancia, ahora las estimo perdida, como
basura por amor a Cristo” (Filipenses 3:7)
Una de las causas del sufrimiento son los apegos, la gente vive muy
apegada a las cosas, a los bienes, a los cargos, a los títulos, a
los logros; la raíz del sufrimiento, la eliminación de los apegos, es la
eliminación del sufrimiento. No que no
fueran valiosas, pero el había encontrado una riqueza superior y eterna y no
estaba dispuesto a cambiarla por ningún bien, titulo u honor terrenal.
“Y
ciertamente aun estimo todas las cosas como perdida por la excelencia del
conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y
lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Filipenses 3:8) Nada era comparable con la experiencia de
vivir en sociedad con Dios. Nada es mas
grande que su amor, que su paz; la paz que el da, el mundo no la puede dar,
pero tampoco nos la puede arrebatar.
Llego a estimar sus cosas, que en otro tiempo eran motivo de orgullo y
vanidad, como perdida, como basura, como estiercol con tal de ganar a Cristo y
ser ganado para el.
Nadie puede
amar a Dios y a las riquezas, ese era el problema del joven rico, que tenía
muchas posesiones, y eso le dificulto avanzar hacia el camino de la
madurez. Su mente estaba llena de sus
apegos; Y seguir a Cristo significa renunciar para recibir. Solo
el que esta dispuesto a renunciar, puede recibir. Jesús
lo dijo: “El que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi
discípulo. El que renuncia, es el que
recibe. Y esto tiene que ver con renovar la mente en relación a los valores
eternos, a la verdadera riqueza.
Una
personas que comienza a vivir según los valores eternos, según las costumbres
del cielo, que le ha puesto el orden correcto a su escala de valores, va a
parecer loco para el mundo, pero sabemos que esta siendo cuerdo para Dios. “Porque la palabra de la cruz es locura a los
que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de
Dios” (1 Corintios 1:18)
¿Qué
debemos hacer entonces? Pablo nos da la respuesta en Efesios 4:23-25 “En cuanta
a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre que esta viciado
en cuanto a los deseos engañosos, y
renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado
según Dios en la justicia y la santidad de la verdad”. En la medida en que somos renovados en el
espíritu de nuestra mente, toda nuestra vida comienza a renovarse.
Dice la
escritura, “nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera el vino nuevo
romperá los odres y se derramara, y los odres se perderán. Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de
echar, y lo uno y lo otro se conservan” (Lucas 5:37) Cuando recibimos a Cristo el hizo de
nosotros, nuevas personas; y a partir de ese momento, “las cosas viejas
pasaron, y he aquí todas son hechas nuevas”.
El quiere darnos nuevos sueños y visiones, pensamientos de lo alto,
desafíos que nacen en su corazón para sus hijos, pero no puede derramar su
vino, si aun conservamos esa vieja manera de pensar, esa mente reprobada llena
de pensamientos negativos, creencias erróneas, esquemas mentales, paradigmas.
El nos
dice, “no os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual es la buena
voluntad de Dios agradable y perfecta” (Romanos 12:2) Uno de los mas serios problemas de los hijos
de Dios, es cuando “claudican entre dos pensamientos”, es decir, cuando están
en conflicto, porque no se deciden entre hacer la voluntad de Dios y seguir
haciendo su propia voluntad. Por esta
causa Jesús también amonesto a sus discípulos, quienes cavilaban en sus
corazones.
Porque en lugar de divagar en el corazón, de
cavilar o claudicar entre dos pensamientos, mas bien, le creemos a Dios y a su
palabra, que impide renunciar a todos esos pensamientos que nos frenan en la
acción; y mas bien le creemos a Dios que “guarda en completa paz a aquel cuyo
pensamiento en el persevera; porque en el ha confiado” (Isaías 26:3) Dice la Biblia, “hermanos no seáis niños en
el modo de pensar; sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de
pensar” (1 Corintios 14:20), ya es hora de abandonar toda inmadurez, y avanzar
en el camino del conocimiento de Dios y de su voluntad que nos conducen hacia
una madurez espiritual.
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