Regla #
349
“(Porque la vida fue manifestada, y la hemos
visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el
Padre, y se nos manifestó.” (1 Juan 1:2)
La más maravillosa experiencia que alguien
pueda tener, es encontrarse personalmente con Dios, y recibir el impacto
sobrenatural de su amor; una experiencia real que resulta incuestionable ante
las evidencias de sus manifestaciones. Quienes hemos tenido esta experiencia,
no podemos quedarnos callados; y así no se abrieran nuestros labios para
testificar a otros de lo que Dios ha hecho, nuestra vida y el cambio personal
resulta tan elocuente, que no puede pasar inadvertido, y es justo dar una
explicación lógica y razonable que lo sustente. Cuánto más, y esto es
incuestionable, que el cambio no es un proceso de superación personal, sino la
evidencia de la intervención divina en nuestra vida.
Regla #
350
“Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos,
para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión
verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os
escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.” (1 Juan 1:3-4)
El anuncio no solo corresponde a otro anuncio,
como si se tratara de pasar de voz en voz un mensaje; sino que es el anuncio de
un mensaje que al ser recibido, se convierte en una experiencia transformadora
de vida; luego, ya no solo un mensaje el que se transmite, sino que se va
añadiendo cada vez, el testimonio vivo y veraz, del testigo fiel del mensaje;
que se sigue anunciando, para que ese gozo se cumpla en todos aquellos que lo
reciben con fe y confianza en su corazón.
Regla #
351
“Este es el mensaje que hemos oído de él, y os
anunciamos: Dios es luz y no hay tinieblas en él. Si decimos que tenemos
comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad.”
(1 Juan 1:5-6)
De la manera que es notorio un punto negro en
un telón blanco o una mancha en un vestido nuevo; así es notoria toda actitud
contraria a la santidad de Dios. El asunto no es decir que se anda en la verdad,
sino demostrarlo, aunque es bien evidente quien anda en la luz y quien anda en
tinieblas. La verdad no es un predicamento, sino una práctica continua que se
convierte en un modo de vida para quien anda en luz y decidió no andar en
tinieblas. Esto es, separado de Dios.
Regla #
352
“Si decimos que no tenemos pecado, nos
engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y
justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan
1:8-9)
El ser humano no puede negar la realidad del
pecado, ya que hace parte de su naturaleza; negar el pecado, es como negar que
es una criatura humana; es como decir que no transpira o que no elimina toxinas
de su cuerpo; la responsabilidad que cada uno debe asumir, es precisamente
acostumbrarse a practicar la respiración espiritual; que consiste en inhalar el
amor, perdón y gracia de Dios, y exhalar de la vida todo aquello que no es
grato a sus ojos ni glorifica su nombre.
Regla #
353
“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que
no pequéis; si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a
Jesucristo el justo. Y él es la
propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también
por los de todo el mundo.” (1 Juan 2:1-2)
Cristo el justo, es nuestro abogado ante el
Padre, quien también es un juez justo, pero que juzga a cada uno según sus
obras. Jesús no ignora que hemos pecado, ni esconde ni oculta las acciones que
deben ser juzgadas; lo que él hace es que asume la responsabilidad de esos
pecados con su propia, la cual entregó en la cruz, para que ya nadie nos
juzgue, ni siquiera Dios Padre. Una vez,
que ese antiguo expediente ha sido borrado en la cruz por la obra de Cristo, le
corresponde a cada uno, conservar una vida de limpieza, santidad e integridad
ante Dios y los hombres.
Regla #
354
“Y en esto sabemos que nosotros le conocemos,
si guardamos sus mandamientos. El que
dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la
verdad no está en él.” (1 Juan 2:3-4)
Conocer a Cristo de manera persona, es una
experiencia espiritual sobrenatural,
pero que tiene sus evidencias y manifestaciones en la vida física y material;
el cambio que se opera en una persona es una de las evidencias más contundentes
e incuestionables; además que es un cambio de tal dimensión, que solo Dios lo
puede hacer; por eso la obra es de Dios; quien finge ese cambio, o disimula sus
acciones ocultas, llegará el momento en que sus propias acciones pondrán en
evidencia su realidad espiritual y demostraran, que la persona se ha fabricado
una vida de mentiras, y lleva una vida separada de la la verdad de Dios que da
libertad, a quien de veras, vive en la dimensión y esfera del amor y poder de
Dios.
Regla #
355
“Pero el que guarda su palabra, en éste
verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado por eso sabemos que estamos
en él. El que dice que está en él, debe andar como el anduvo.” (1 Juan 2:5-6)
¿Cuál es la clave para vivir la dimensión de la
fe en Cristo en su más amplia definición y plenitud? Guardar su palabra, andar
en su verdad. Quien practica la verdad
de Cristo como modo y estilo de vida, no solo nada en la verdad, sino que sigue
el ejemplo de su maestro. La mejor manera de evaluar la calidad de vida que
llevamos, en relación a los principios de Dios, es revisando que tan cerca o
lejos nos hallamos de lo expresado en su palabra. Una vida centrada en los principios de Dios,
nos harán semejantes a aquel, que por su vida de obediencia y santidad, venció
al mundo, dejando constancia del amor y poder de Dios.
“Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo,
sino el mandamiento antiguo; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído
desde el principio.” (1 Juan 2:7)
Mientras la ciencia sigue evolucionando y el
pensamiento de la humanidad sigue en proceso de construcción, los principios
dado por Dios permanecen incólumes, y son tan antiguos como la misma humanidad;
pero sabemos, que al hombre común, estos principios le parecen réprobos y no los tiene en cuenta; o piensan que no son aplicables a la
realidad de la vida diaria. Sin embargo,
para quienes hemos conocido la palabra de Dios, sabemos con total certeza, que
son principios universales para aprender a vivir, lo cual se deriva
invariablemente en una vida con sentido y felicidad.
Regla #
357
“Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo,
que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la
luz verdadera ya alumbra. El que dice
que está en luz, y aborrece a su hermano, todavía está en tinieblas.” (1 Juan
2:8-9)
Basta un destello para que la luz prevalezca en
medio de la oscuridad y tinieblas; a pesar que en la sociedad actual se
evidencia una descomposición sistemática en las bases éticas, morales y
espirituales; debemos reconocer que cada día mas, se permea a la misma sociedad
carente y descompuesta con la palabra de Dios; ya no solo es la labor
silenciosa, cual “silbo apacible y delicado” del Espíritu; que sopla como brisa
suave a veces imperceptible; sino como grandes movimientos de fe, que está
sacudiendo al mundo, como se relata de la cristianos del primer siglo, “los que
trastornan el mundo han llegado acá.” Donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia.
Regla #
358
“El que ama a su hermano permanece en la luz, y
en él no hay tropiezo. Pero el que aborrece a su hermano está en
tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas lo
han cegado los ojos.” (1 Juan 2:10-11)
Una de las evidencias de la ausencia de Dios en
una persona y de su consecuente ceguera espiritual, es su incapacidad para
amar, especialmente a sus propios hermanos. Es impresionante, como el lugar o ambiente
donde más se alimentan, por años, odios, resentimientos, rencores, amarguras,
es en la familia, entre parientes y hermanos; lo cual también se presenta en la
familia de la común fe. Una persona que
aborrece a su hermano, perdió el rumbo espiritual, y no sabe a dónde va, porque
su ceguera espiritual será su gran impedimento para ir a alguna parte.
Regla #
359
“No améis al
mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no
está en el. Porque lo que hay en el mundo,
los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene
del Padre sino del mundo. Y el mundo
pasa y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”
(1 Juan 2:15-17)
Nada resulta más patético y mas equivocado para
un cristiano, principalmente si desempeña un liderazgo de importancia en la
obra de Dios, que seguir los modelos y parámetros del mundo; es una peligrosa y
seductora tentación en la que se puede caer.
Pero esto es pasajero; y pasa pero deja grandes daños y lesiones, difíciles
de recuperar y el algunos casos irreparables. Nada resulta más honroso, loable
y seguro, que una vida que exalte a Dios y glorifique su nombre, con acciones
que demuestran amor, santidad, sencillez, humildad y un autentico servicio.
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