Salmo 143
Dios escucha mis ruegos y oraciones; él responde a mis
plegarias, lo que no tiene sentido es que yo me justifique delante de él; es él
quien justifica. ¿Qué sentido tiene que yo trate de convencer a Dios que tengo
la razón, sino la tengo, solo Dios lo sabe? ¿Por qué terquear con mi hacedor?
Yo puedo convencer a los hombres, pero a Dios no
Hace muchos compre un libro, “el dulce arte de salirse con la
suya” puede que con los hombres funcione, pero con Dios no. Además, ¿de qué
sirve salirse con la suya, siendo que se anda equivocado?
En mi vida han sucedido cambios, no necesariamente positivos;
hace un par de a los me visito una antigua discípula (Uruguaya) me hizo ver que
yo no era el de antes, el joven alegre, juguetón, buen amigo, carismático que
ella conoció; había permitido que mis problemas me convirtieran en una persona
callada, seria, reflejando en mi rostro preocupación. Y no tiene sentido que me
justifique.
Han sido muchos años de angustia, de preocupaciones, y he ido
perdiendo la alegría, el verdor; mi corazón ha quedado desolado. Me he acordado
de que me identificaba; he meditado y reflexionado en los hechos de Dios. He
entendido que la meditación baja su palabra a mi corazón. No me puedo quedar solo en la lectura, debo
meditar, reflexionar.
Necesito que me hables, que me muestres el camino, que tu
espíritu me guie por senda de rectitud.
David no pedía hombres, armas, ejércitos, victorias; solo le pedía a
Dios que le dejara oír por las mañanas de su amor, de su misericordia. Que le
mostrara el camino 0or por el debía andar. Que le enseñara a hacer su voluntad
y el Espíritu le guiara por sendas de rectitud.
Vivifícame Señor, inyéctame vida; sácame de la angustia;
disípame. Necesito que el me disipe, que
me saque del encierro de angustia en el que estamos. Al salir respiro otro aire, veo otro panorama;
escucho otras cosas; encuentro oportunidades donde no las he visto. Y todo esto te lo pido porque tengo un solo argumento
válido para mi, soy tu siervo.
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